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Durante la Reconquista católica, mientras todas las ciudades de la región se rendían ante los Reyes Católicos, el gobernante árabe de Mojácar, Alavez, se negó a entregarla sin más. Consideraba que, después de 700 años no se les podía tratar como a extranjeros y expulsarles de sus tierras sin más, eran hermanos y no enemigos. Alavez consiguió que se permitiese a su pueblo permanecer en sus casas y labrando sus tierras, a cambio de prometer fidelidad a los Reyes Católicos.
La ciudad siguió prosperando durante un tiempo,
aunque finalmente sus habitantes fueron “pacíficamente expulsados”
y fue repoblada con familias cristianas de Murcia. En la Fuente
Mora hay una placa
conmemorativa en la que se cuenta la historia del trato con la
delegación de los Reyes Católicos.
A principios del siglo XIX, el descubrimiento de minas de plata en la Sierra Almagrera, hizo que la ciudad prosperase, pero el cierre de las minas, sequías, enfermedades y finalmente la Guerra Civil, hicieron reducir su población drásticamente.
A partir de mediados de los años 40, el pintor y escultor almeriente Jesús de Perceval, fundó el Movimiento indaliano, con el Indalo como emblema, dando a conocer la ciudad, y atrayendo a intelectuales y artistas.
En los años 60, el alcalde de Mojácar empezó a
ofrecer tierras a quienes se comprometiesen a rehabilitar las casas,
y así reconstruir una ciudad que, por entonces, ni siquiera contaba
con agua corriente. Muchos artistas y extranjeros se asentaron en la
zona. Se empezaron a construir zonas residenciales en la costa, dando
lugar a Mojácar playa, y atrayendo a un mayor número de visitantes.
El buen clima y la playa lo convirtieron en un destino turístico.
Cuenta la leyenda que, en el año 1901, nació en Mojácar José Guirado Zamora, hijo ilegítimo de una lavandera llamada Isabel Zamora y un médico de la ciudad. El padre no reconoció al niño, por lo que la madre soltera, algo muy mal visto en la época, se vio obligada a emigrar a América. Allí le esperaba su hermano, que le aconsejó dar a su hijo en adopción. Adivinad, la familia adoptiva fue el matrimonio formado por Elias y Flora Disney.
En los años 40, tres representantes de la compañía de Walt Disney fueron a Mojácar a buscar la partida de nacimiento de José Guirado Zamora. No se sabe si no la encontraron o la hicieron desaparecer, porque no hay constancia de ella en ninguna parte. Casualmente, tampoco consta en Chicago, lugar oficial de nacimiento de Walt Disney, donde sí están las de sus hermanos. De él sólo consta una partida de bautismo datada años después de su nacimiento.
La leyenda se vio reforzada tras conocerse la confidencia que le hizo, ya de adulto, a su gran amigo Salvador Dalí, en la que le confesaba “Mis orígenes son andaluces”.
El hecho es que la única forma de comprobar si Walter Elias Disney era realmente José Guirao Zamora, sería mediante una prueba de ADN al hijo del médico y supuesto padre biológico, Ginés Carrillo.
Otra de las leyendas de Mojácar tiene lugar durante una terrible epidemia de peste. La gente estaba convencida de que un viejo hechicero del pueblo tenía la solución a lo que consideraban una maldición. El hechicero, que habitaba en una cueva (ubicada bajando por la cuesta desde la Plaza Nueva), únicamente accedería a librarles de la peste a cambio de desposarse con una jóven llamada María (conocida como Mariquita), de la que estaba profundamente enamorado. En un principio ella se negó, pero finalmente accedió al casamiento para salvar al pueblo, y de ahí viene el nombre de la cueva (Mariquita la Posá – desposada).
El viejo hechicero fue demorando la solución, al pensar que, una vez librase al pueblo de la peste, Mariquita le abandonaría. Ella estaba convencida de que el viejo podía acabar con la peste, pero no lo hacía por su propio interés, por lo que una noche se hizo con el tarro que contenía la pócima, salió de la cueva y lo expandió por todo el pueblo. Una vez confirmadas sus sospechas, y enfadada por las mentiras del hechicero, volvió a la cueva, buscó entre los tarros de pócimas, y encontró la que le permitiera deshacerse de él. Vertió su contenido en la boca del viejo mientras dormía, con la mala suerte de que, al agitar el tarro, una gota cayera sobre su propia mano, quemándola y haciéndola víctima del mismo encantamiento.
Tanto el hechicero como la jóven desaparecieron sin dejar rastro. No se les volvió a ver, pero se piensa que, de alguna manera, aún siguen en la cueva, ya que desde entonces Mojácar no volvió a sufrir más epidemias de peste. Se dice que Mariquita les protege, aunque el coste para ella haya sido pasar toda la eternidad en esa cueva con el viejo hechicero.